lunes, 23 de febrero de 2009

No pelee

CLIMA LABORAL:
¡Atrás sin golpes!, los consejos para no pelear con sus compañeros



PABLO OBREGON CASTRO
"En los tiempos que corren, es un error criticar los fallos pequeños", escribe William Shakespeare en su obra "Julio César". Es una afirmación que podría usarse como norma en la vida afectiva, familiar o personal, pero que también calza de maravillas si se trata de evitar peleas en el lugar de trabajo. Porque todos los funcionarios de una compañía podrían reducir los conflictos a cero, literalmente, si siguieran algunas reglas básicas de cordialidad y pusieran atención a los siguientes consejos. Son recomendaciones sencillas, pero que requieren el compromiso y la decisión de ponerlas en práctica para hacer grato - o al menos soportable- el clima laboral:
Hágase un autoanálisis: Lo primero que debemos saber para evitar peleas es que nuestro comportamiento en la oficina es un espejo de lo que somos afuera... incluyendo los prejuicios. Dicho esto, la psicóloga de Deloitte & Touche, Andrea Soto, asegura que "si cada uno se autoanaliza y descubre por qué el del lado le cae mal, los roces entre compañeros podrían reducirse al mínimo". Este simple ejercicio de introspección, nos permitiría "no expresar los conflictos personales en el trabajo".
Evite la paranoia: La característica principal del paranoide puro es la desconfianza. Ven amenazas por todas partes, creen que se conspira en su contra, temen ser traicionados y suelen tener intensos celos profesionales. Fácilmente se sienten ofendidos y están siempre en guardia.
Frente a un personaje así, los expertos recomiendan mostrarse cordial, aunque no reciba ningún gesto de cordialidad de vuelta, reconocer los fallos y disculparse si fuera necesario y, sobre todo, nada de bromas. Ahora, si el paranoide es usted, trate de relativizar sus sospechas, no precipitarse en sus reacciones y, sobre todo, asuma que en un equipo de trabajo siempre hay alguien que no lo quiere.
Aprenda a pedir las cosas: Según el psicólogo de la consultora De Kanel, Darío Croquevielle, uno de los peores pecados en la empresa moderna tiene que ver con los reclamos y las peticiones. "Los em-pleados no saben pedir las cosas. Esperan mucho del jefe, se quedan esperando, se desmotivan y al final explotan, cuando lo que corresponde es desarrollar una actitud proactiva y sacar todos los reclamos cuando corresponde".
Esto, al menos en el plano teórico, porque en la práctica no resulta tan fácil como en el papel. En organizaciones extremadamente verticales son escasos los espacios para disentir, mientras que en otras las instancias para el reclamo y la catarsis - club de la pelea o muro de los lamentos- están institucionalizadas.
No sea adulador: Tal como lo advierte Dale Carnagie en su Best Seller "Cómo ganar amigos", la adulación no da resultados con la gente que discierne. Es algo hueco, egoísta y poco sincero, cuyo empleo sólo conduce al fracaso y la ojeriza malsana de sus compañeros, salvo cuando se trata de personas sedientas de aprecio.
Aísle la flojera: Después de los aduladores y paranoicos, el flojo es quizá el empleado que más animosidad genera entre sus compañeros. Frente a un caso extremo e incorregible, la recomendación de los expertos es sólo una: denuncie al empleado que no hace bien las cosas. Según Croquevielle, un trabajador que no cumple con las tareas que de él se esperan, no sólo deteriora la productividad media de la organización, sino que obliga a otros a asumir tareas que no le corresponden, situación que a la larga va minando la moral del grupo.
Fomente la cooperación: En ambientes extremadamente competitivos, surgen personajes que asumen que el éxito personal está estrechamente ligado al fracaso del otro, lo que inevitablemente tiende a generar roces entre compañeros. En este escenario, el psicólogo de ProXXI Sergio Rodríguez cree que una buena práctica sería vincular las retribuciones con el desempeño grupal y no el individual.
Aquí, de nuevo entran en contradicción el ideal teórico con la práctica. La última moda en materia salarial son las bandas de sueldos, las que permiten que los empleados más destacados puedan ganar un salario considerablemente superior al de sus pares, sin ascender en la escala jerárquica. Esto explica que dos operarios del mismo nivel en compañías como Gerdau Aza, por ejemplo, exhiban diferencias salariales de hasta un 20%.
Erradique las pugnas de poder: Cuando dos profesionales de igual jerarquía se enfrentan, se inicia un juego de despropósitos que resulta al menos peligroso para la organización. En un escenario como ése, las opciones son dos: primero, que uno de los involucrados abandone la pelea y busque un pacto de mutua evitación - consenso forzado- ; segundo, que un superior establezca cierta jerarquía entre los dos profesionales, con reglas explícitas en función de la gravedad del enfrentamiento - obediencia forzada.
Delimite atribuciones: Cuando los roles no están correctamente distribuidos, es frecuente que algunos empleados - generalmente aquellos con rasgos narcisistas- intenten asumir un lidereazgo que no les corresponde y que, a todas luces, saca roncha entre sus pares.
Estos personajes con características de grandiosidad y necesidad de despertar admiración en los demás generalmente intenta desplazar al líder del grupo, atrayendo hacia sí a los elementos débiles del grupo, a los que mima para recibir sus elogios. En ocasiones, suelen tener una gran capacidad de trabajo y sacrificio, pero en realidad lo que los mueve es siempre una ambición personal, que los lleva a estar al centro de la mayoría de los conflictos en la empresa.
Reconozca los méritos: Según Sigmund Freud, el hombre carga con un anhelo tan imperioso como comer: el deseo de ser importante. El propio Lincoln empezó una vez una carta con estas palabras: "a todo el mundo le agrada un elogio". En este escenario, si en su oficina hay personas con tanta sed de importancia que llegan a la demencia, imagine lo que podría lograr si les da una cuota de aprecio y reconocimiento.
Para recordar:
Un gran líder demuestra su grandeza por la forma en que trata a los pequeños.
Ningún compañero necesita tanto una sonrisa como aquel a quien no le queda ninguna que dar.
Si tiene una idea brillante, deje que su compañero inseguro sienta que la idea es suya.
En la enseñanza de todos los animales, es mucho más eficaz el estímulo que el castigo.

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