sábado, 7 de febrero de 2009

tiempo para Dios, busca de el y haz el bien

Si Dios es tan poderoso, justo y bueno, ¿por qué permite el mal?
Autor: Vicente Galán-
Sí, Dios es justo, bueno y todopoderoso, pero muchas personas se sienten confundidas pensando en las guerras, el hambre y la muerte de infinidad de seres inocentes, y han exclamado amargamente: ¿Dónde está Dios? O ¿por qué, si Dios es tan poderoso y bueno, no evita estas cosas?
En tanto que cristianos, reconocemos unas verdades absolutas con referencia a Dios que nos comprometen muchísimo, ya que confesamos con toda firmeza que Dios es el Ser Supremo que todo lo puede, creador y sustentador de los cielos y la tierra. También que Dios es amor, bondad y santidad, que en el mundo existen el mal moral y físico en forma horrible; las preguntas apuntadas arriba surgen casi espontáneamente. ¿Por qué Dios permite...?
Si este tema nos preocupa de verdad y deseamos tener luz sobre él, sin lugar a dudas que Dios nos ayudará y consolará con una explicación lógica y admisible para nuestra mente. Tampoco quisiera meterme en profundidades, de las cuales a veces es difícil salir bien parado, y donde tantos filósofos y teólogos han dedicado a ellas todo su esfuerzo y no han llegado a una respuesta satisfactoria para todos.
No trato de justificar unas determinadas doctrinas o posturas cristianas, ni tan siquiera he de justificar al Supremo y Soberano Dios, Santo y Perfecto, lo que sería absurdo. Es lamentable que algunas personas tengan una actitud agria hacia Dios, que no tiene culpa alguna de las desdichas de los hombres tan reales y acuciantes; son éstos quienes, con su errada actitud emocional, se privan de poder conocer al Dios de amor y de esperanza, que al fin de la historia de la humanidad solucionará con justicia todos los problemas de la raza.
Por esto creo que lo primero que hemos de reconocer es nuestra pequeñez e incapacidad para juzgar los planes y propósitos del Todopoderoso y Sapientísimo Creador.
Que Dios es inmensamente sabio nos lo dice, no tan solo la Biblia, sino la naturaleza entera. El concierto ecológico de los elementos nos lo prueba desde el principio de la creación, y nos lo confirma la ciencia que estudia con el microscopio las cosas más pequeñas de Dios, como son los protozoos y las células de todos los seres vivos, y con el telescopio las cosas más grandes a las cuales el hombre no puede llegar. Aunque hayamos conseguido grandes conquistas; son tan solo en un espacio relativamente pequeño dentro del Universo infinito, a saber, los contados planetas que se mueven dentro de los límites del sistema planetario de nuestro sol.
El hecho de que Dios debe ser bueno tiene una razón natural que todos comprendemos, y es la misma conciencia humana. ¿Por qué nosotros podemos distinguir entre el bien y el mal? Los animales no saben ni pueden hacerlo. Las fieras y las aves de rapiña no tienen compasión ni de sus hijos. ¿Por qué esta importante diferencia? Porque los animales son simplemente máquinas de carne, pero no fueron creadas a imagen y semejanza del Supremo Artífice del Universo, no se dan cuenta de su propia existencia ni tienen sentimientos de bondad ni de maldad, simplemente satisfacen sus necesidades físicas, no conocen el bien ni el mal, pero el hombre y la mujer sí que lo conocemos, porque Dios puso en los genes de nuestros antepasados, su marca de fábrica, y sobre ella un espíritu inmortal.
Pero sabemos que un gran enemigo puso también su marca, los sentimientos del mal sobre los del bien que derivan de nuestro Creador.
«Seréis como dioses si conocieseis el bien y el mal» fue la gran mentira de Satanás.
Dios quería que los hombres conociesen sólo el bien, pero el hombre prefirió conocer el bien y el mal; ésta fue la razón de la caída; no tan solo el simple acto de desobediencia con que se tipifica.
Pero Dios es el bien supremo. En el salmo 100:5 leemos: «porque Jehová es bueno, para siempre es su misericordia, y su verdad por todos los siglos». Y Jesucristo, a un joven que le llamó «Maestro bueno» le replicó: «Ninguno hay bueno sino sólo Dios.» Pero el hombre eligió separarse de Dios. Se ha dicho, con razón, que el pecado es una actitud de desconfianza respecto al Creador. Por esto la Biblia reclama y declara como único medio de salvación la fe en Jesucristo, engendradora de amor y gratitud hacia el Salvador que Dios envió para satisfacer los principios de la eterna justicia que presiden en el Universo, y ganar nuestras mentes y voluntades para El.
Una parte de la humanidad, la mahometana, y un sector de la cristiana, tratan de resolver el problema del mal por la teoría del fatalismo, que atribuye a Dios tanto una cosa como otra; dicen que nada se puede hacer contra lo determinado por El, pero esto no es cierto, nosotros no somos máquinas de carne, somos agentes morales libres en el Universo creado por Dios. El fatalismo no nos ayuda, nos hunde cada vez más en la desesperación de la impotencia de no poder hacer nada.
La Biblia proclama la sabiduría de Dios, pero no es fatalista, antes al contrario, en la profecía de Ezequiel 33:11 leemos: «Vivo yo dice el señor Jehová, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se vuelva el malvado de su camino y viva: Esto significa que Dios, dentro de sus planes de su justicia eterna, está dispuesto a cambiar de actitud para aquellos que cambian su actitud para con El, es decir, proclaman el libre albedrío para los seres humanos.
Dios no es autor del mal, sino del bien, por más que haya consentido por un tiempo -que para nosotros es muy largo- pero que para el Ser eterno es relativamente corto, el mal que ha existido y existe sobre el planeta. El hombre se separó de Dios, y esto produjo la desgracia y la ruina moral de la humanidad y convirtió un mundo de luz, paz y buena relación con su Creador en un mundo de error, tragedia y sufrimiento, y aunque surgan en la conciencia humana, a veces, impulsos de hacer el bien, se encuentra con el condicionamiento de que hace el mal que no quiere, como explica el apóstol Pablo en Romanos, capítulo 7, versículos 7-25.
¿Qué ha hecho Dios con todo esto? Bueno, para que Dios erradicara lo malo de la tierra, tendría que destruir a toda la raza humana, ya que en lo que se refiere a su creación y todo lo que pertenece a su responsabilidad de sustentamiento y cuidado de las cosas que existen en la naturaleza, está todo en perfecto orden de funcionamiento. El propio hombre se acusa constantemente a sí mismo de destruir el medio-ambiente, a las propias criaturas humanas con los elementos nocivos y los armamentos que ha inventado.
¿Qué ha hecho Dios? Amarnos con amor y misericordia infinita y revelarnos el único, y verdadero camino para poder volver a El. Ese verdadero camino es Jesús. Dios ha realizado lo que enseña su Santo Libro; que es necesario vencer el mal con el bien; esto es lo que hizo Jesucristo, como explicaremos en "Fe y obras ¿una encrucijada?" , y un día juzgará al mundo con justicia, aplicándola con mayor o menor severidad (según sus obras, como nos enseña Jesús en Mateo 11:20-30) a quienes no han conocido su gracia, y a los que la han conocido, según el caso que hayan hecho de sus llamamientos de amor.
¿Por qué no rendirse a la evidencia, y acercarse a Dios con un corazón humilde, y creer que Jesucristo venció por todos nosotros a la muerte y al pecado y comenzar así a ser luchadores para vencer con el bien al mal?
En esta lucha no estamos solos, el Señor es nuestro ayudador. Además, tenemos los creyentes otra visión de las cosas y afectos en la vida. Ya nuestra esperanza no está en este mundo, esperamos otro mejor donde «mora la justicia»; ya no miramos ni medimos las cosas en sí mismas, sino ante la perspectiva de las promesas eternas, promesas que nos hacen saber que esta noche oscura de la humanidad está pasando y llega el día de plena luz, paz y justicia.
Todas las cosas de esta vida han cobrado una escala de valores distinta. ¡No mires más las cosas desde la perspectiva humana solamente! Aférrate a las promesas del Señor, no estamos en un estado catatónico, fatalista o de amarga resignación. ¡Levántate! Mira a tu Creador, confía en la obra de Jesucristo y cree. En el día del juicio final habrá más de un paraplégico que dirá: «¿Cómo pude creer en ti pasando mi vida en una silla de ruedas?»; pero otro dirá: «Gracias, Dios mío, que me ayudaste a creer y a volverme a ti, y te pude adorar y servir desde mi silla de ruedas, y que aquello se queda en mi experiencia allá en la tierra. Ahora te adoro con este cuerpo glorificado que no necesita ninguna silla de ruedas»; otro dirá: «No pude comprender por qué mi hijo murió prematuramente, cuando sólo tenía 5 años; gracias, Dios mío, porque a pesar de la tragedia que significó perder a mi hijo, en quien tenía tantas esperanzas, me diste las fuerzas para creer en Ti, y te adoro porque me consolaste y me has fortalecido hasta aquí.»
El punto culminante del amor y la justicia de Dios se ha demostrado al venir el mismo a visitarnos y vivir a nuestro nivel, nuestras mismas miserias y sufrimientos en la persona de Jesucristo. Y después de vivir una vida ejemplar, no aprovechándose de sus poderes sobrenaturales, sino en favor de otros, ha continuado, por medio de su Santo Espíritu, su táctica de vencer, con el bien, el mal en las personas de millares de creyentes e hijos espirituales suyos.
Ahora podemos ver a hombres y mujeres que han creído en Cristo y que son transformados por el poder de Dios, algunos han dejado los vicios que más les sujetaban, incluso algunos el vicio de la drogadicción, y miles de familias desgraciadas han entrado en una nueva vida de paz y de amor y de buena comprensión los unos con los otros, porque han empezado a dejarse guiar en sus pequeños problemas por el Espíritu de Dios. Por esto el apóstol Pablo decía ya en los primeros tiempos del cristianismo: «El Evangelio es poder de Dios para dar salvación a todo aquel que cree», y declaraba, en otro lugar:
«Si alguno está en Cristo, nueva criatura es (es decir, es como si hubiese nacido de nuevo), las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.»

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